Una mirada feminista sobre Córdoba.

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Autor:  Asamblea Feminista De Córdoba “Yerbabuena”.

Las ciudades no son territorios neutros. Vivimos en una ciudad pensada y diseñada desde lo masculino. El modelo androcéntrico imperante a la hora de configurar los espacios que conforman cualquier ciudad, ha subordinado a las mujeres a su uso, sin que se haya tenido en cuenta su opinión y sus necesidades. Y, sin embargo, a ellas se las ha responsabilizado del sostenimiento de la vida. 

Las crecientes violencias de distinto origen y complejidad, afectan de manera particular a las mujeres, a sus cuerpos, a su libertad de movimiento, a su vida laboral, social y política. También la pobreza, las carencias sociales y culturales dejan huella en la percepción, apropiación y día a día de la ciudadanía. 

Es necesario tener en cuenta a las mujeres, como sujetos sociales y políticos por sí mismas, y no diluidas en el concepto de familia. Cada vez, se hacen más visibles las diferencias entre mujeres, hombres y otras identidades LGTBQ+, atravesadas a su vez por edad, diversidad funcional, etnia, clase social, condición migratoria, etcétera. También es necesario contar con sus capacidades y fortalezas, tanto a título individual como colectivo, para mejorar la vida de la ciudadanía a través de su trabajo en los diversos entornos ciudadanos. 

La intervención de las mujeres en la elaboración de un proyecto de ciudad para Córdoba, tiene un valor político y teórico. Político por la capacidad de transformar, y teórico, por la necesidad de construir argumentos y conocimientos para impulsar esa acción política necesaria. Es imprescindible, incluir en la planificación el género y sus necesidades específicas, para asegurar que la mirada de género y feminista, que es una mirada integral y compleja, tenga incidencia en todas las áreas que configuran la ciudad, para intervenir en la resolución de los problemas que afectan especialmente a las mujeres. Entre ellos, resaltamos poner fin a las violencias y equilibrar la sobrecarga que suponen los cuidados, debido a la división sexual del trabajo. 

Son pocas las ciudades que adoptan la perspectiva de género en las políticas de seguridad y planificación urbana, a pesar de que las aportaciones feministas llevan décadas explicando que el miedo y la percepción de inseguridad limitan el derecho a la libertad de movimiento de las mujeres. Cuando ocupan el espacio público, siguen siendo vistas como fuera de lugar, sobre todo en la noche, cuando incluso se las culpabiliza si viven una agresión, por el hecho de estar utilizando la calle a ciertas horas o en ciertas condiciones. Por eso, hay que tener en cuenta las desigualdades de género respecto a la sobrecarga del trabajo de cuidados mencionada anteriormente, y teniendo en cuenta que, como seres vivos compartimos un orden ecológico que nos permite la vida, del cual formamos parte y dependemos, pero que no es nuestro, ni está a nuestro servicio, defendemos vidas dignas que aseguren a todas las personas el acceso a los recursos necesarios para cubrir sus necesidades, en condiciones de igualdad y de sostenibilidad ambiental, siendo esta una responsabilidad personal y social, que injustamente recae en exclusiva sobre las mujeres. 

Remarcamos, las mujeres reivindicamos la importancia de cuidar, pero no solamente nosotras; cuidar es un valor que afecta a la corresponsabilidad de todas las personas, y de todas las instituciones, que tienen el deber de asegurar servicios públicos de calidad. 

Es imprescindible la mirada feminista para construir una ciudad más inclusiva para toda la ciudadanía. Esa construcción tendrá en cuenta herramientas concretas: planes de igualdad, presupuestos participativos, planes urbanísticos, políticas de vivienda, de transporte, de seguridad, de educación, de cultura y ocio, de deportes, de formación y empleo, de cooperación, de atención a colectivos de especial vulnerabilidad, entre los que se encuentran numerosas mujeres, y posibilitando una atención permanente a víctimas de violencia de género, entre muchas otras. 

Para avanzar, se exige voluntad política, asignación de recursos suficientes, seguimiento y evaluación periódica.

En Córdoba, tenemos cinco de los barrios más pobres de España, sobre los que se han diseñado a lo largo de décadas numerosos planes de intervención desde distintas instituciones, que evidentemente no han conseguido cambiar su realidad social. Desde nuestra perspectiva feminista, que aspira a transformar nuestra ciudad, en un lugar donde la vida de todas las personas esté en el centro de todas las políticas que se apliquen en ella, ese dato debería ser el centro de la atención de cualquier intervención política de futuro. 

La ciudad, tiene que conseguir abrirse a esas barriadas para que las personas que las habitan dejen de sentirse ciudadanía de segunda. Pensamos que especialmente ahí, sería necesario implementar esfuerzos para que todos los servicios públicos incidieran de manera coordinada sobre esta realidad para transformarla. Esa transformación no será posible sin contar con las mujeres que los habitan, que son las que sostienen la vida en condiciones muy precarias. 

Para que realmente Córdoba sea una ciudad para las mujeres, desde su Ayuntamiento se ha de posibilitar una vida más humana, que preste más atención al cuidado de las personas, en espacios peatonales transitables y sin barreras, bien iluminados, dotados de comercio cercano, donde predominen los productos de cercanía, con zonas recreativas accesibles para distintas etapas de la vida, y con un transporte público que llegue a todos los espacios ciudadanos, que permita que las mujeres se muevan sin miedo por su ciudad a cualquier hora. 

Pensamos que el CMM, ha de jugar un papel clave para la participación de las mujeres en la planificación de la vida ciudadana, pero la representatividad en el actual CMM no refleja la pluralidad y el dinamismo del movimiento feminista, de las mujeres y las identidades LGTBIQ+ de la ciudad, ni tampoco la diversidad de desigualdades que las atraviesan. 

Por otra parte, existe un eje de división generacional por el cual las feministas jóvenes cuentan con sus propios espacios, en cierta medida desconectados de los que articulan las mujeres de mayor edad (en términos de agenda y  de forma de entender el feminismo), que dificulta la participación de las mujeres menores de 30 años, que son el futuro. Paralelamente, se observa una ausencia acuciante de las mujeres migrantes, que muestran dificultades específicas para su inclusión en los órganos de participación institucional. 

Todo ello, sitúa al CMM ante la necesidad de incorporar una mirada interseccional y de revertir el sesgo de representación descentralizando su funcionamiento, delegando en los barrios en los que se mueven la mayoría de las asociaciones de mujeres que ya tienen sus propias redes de colaboración. Subsanaría esto la falta de participación por una carencia crucial que afecta a la participación política de las mujeres en sentido amplio: la falta de tiempo. Esta carencia viene determinada, entre otros factores, por la división sexual del trabajo. 

La mejora del modelo de participación, deberá ser abordada por lo tanto desde una perspectiva cualitativa, que no amplíe la carga de trabajo existente en la actualidad y no incida en un efecto desempoderante. 

“…La ciudad es quizás también nuestra mejor esperanza para dar forma a un nuevo futuro urbano. Es hora de desmantelar lo que damos por sentado sobre las ciudades y de preguntarnos cómo podemos construir juntas ciudades más justas, sostenibles y favorables a las mujeres”. Ciudad feminista, Leslie Kern.

 

Asamblea feminista de Córdoba “Yerbabuena”.