Una juventud digna para construir ciudades felices.

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Autor:  Raquel Arrantz.

Para una parte devastadora de la juventud, Córdoba es como la retrato Lorca, lejana y sola.

Cada vez más jóvenes se ven obligados a abandonar nuestra ciudad en busca, ya no solo de un futuro mejor, sino simple y llanamente en busca de un futuro, consecuencia del abandono institucional que la apaga día tras día, y que se refleja en la falta de soluciones que cambien la situación en la que viven muchas y muchos jóvenes, que han visto mermados sus proyectos vitales por la escasez de oportunidades laborales, forzados a dedicarse “a lo que haya”, a cualquier precio (o por cualquier salario), para poder quedarse en el lugar en el que nacieron, su hogar.

Los datos del padrón de 2021, señalan que Córdoba perdió alrededor de 400 mil habitantes en un solo año; la pérdida de población más alta registrada en la historia de la ciudad, y únicamente se explica, por la precarización que la azota. ¿Cómo quedarte en una ciudad que no ofrece empleos suficientes, más allá del sector turístico, qué no ofrece viviendas a precios asequibles y qué mira para otro lado frente a los problemas de la juventud? Porque en Córdoba, más de seis mil jóvenes se encontraban en paro ese mismo año. 

Sin embargo, esta Córdoba lejana y sola que retrataba Lorca, caracterizada por la precariedad, el envejecimiento poblacional, el paro y la pobreza juvenil, no es la única posible. Existe la posibilidad de construir una ciudad diferente, una ciudad amable con la juventud, que le permita desarrollarse vitalmente, que crezca al tiempo que crece su gente, que no se muera un poco todos los días, frente a la impasibilidad de quienes gobiernan. Este proyecto de ciudad requiere ser transversal, radical, debe suponer un cambio drástico de los acontecimientos, poner la vida en el centro, y para ello, lo fundamental, es la voluntad política. 

Hablamos de voluntad política, porque los cambios que requiere nuestra ciudad son factibles, pero requieren valentía y un gran esfuerzo, no tanto monetario como institucional. Valentía para enfrentarse a aquellos que esconden las amenazas que plantea este sistema, a quienes se lucran del mismo a costa del sufrimiento de la mayoría, y se niegan a aceptar que los derechos que no son para todas y todos, no son derechos, son privilegios. 

Para cambiar el sistema que merma el futuro de las y los jóvenes de Córdoba, es necesario empezar por un cambio del modelo económico. Después de una pandemia, que nos ha demostrado qué solo del turismo no se come, ampliar los horizontes a nuevos sectores es fundamental. Si queremos una ciudad donde vivan y prosperen ingenieras, economistas, artistas y un largo etcétera, que a día de hoy son minoría en Córdoba, tendrán que existir empleos dignos, empleos que requieren inversión y de un plan de gobierno sólido que contemple el desarrollo profesional y económico de las y los jóvenes, con acciones concretas, como el incremento de la bolsa de empleo municipal; básicamente, ampliar la oferta laboral en número, pero también en diversidad. El espectro laboral cordobés, debe crecer y avanzar, apostar por los avances y cambios que vive el mundo laboral de hoy, pero siempre siendo consciente del contexto, poniendo la sostenibilidad medioambiental y la calidad laboral en el centro. 

Otro de los grandes retos que requiere de voluntad política, es atajar la problemática de la vivienda. En nuestro país, las personas jóvenes destinan más de la mitad de su sueldo a pagar un alquiler, consecuencia de los bajos salarios y de la especulación inmobiliaria. En nuestra ciudad, a la especulación inmobiliaria le añadimos la proliferación de apartamentos turísticos, que además de incrementar el precio de la vivienda, están obligando a nuestras vecinas y vecinos a abandonar sus hogares.

Frente a esta situación de pobreza y despoblación, es necesario que el Ayuntamiento de Córdoba sea quien ponga freno a esta tendencia, y se puede, porque es posible limitar los precios del alquiler, elaborar planes de vivienda joven, ampliar el parque de vivienda pública y limitar la proliferación de pisos turísticos. Es aquí, cuando la voluntad política resulta tan necesaria, porque medidas como las anteriores, ya se están llevando a cabo en diferentes ciudades como Lisboa o Barcelona, porque cuentan con el respaldo del Tribunal Supremo, y porque lo más necesario, es querer hacerlo. 

No obstante, poner la vida en el centro va más allá de ofrecer empleo y vivienda digna. Si queremos que las y los jóvenes cordobeses se queden, también debemos asegurar aspectos fundamentales de la vida como son el disfrute del tiempo libre y el ocio. La despoblación y el envejecimiento, son la tapadera de que en esta ciudad la oferta cultural destinada a la juventud sea prácticamente inexistente, cuando la realidad manifiesta que aparte de jóvenes, falta otra vez, voluntad política. 

Conseguir este proyecto de ciudad está en las manos de las y los cordobeses, a través de las urnas sí, pero también a través de la participación y la movilización ciudadana. Es estrictamente necesario, que la ciudadanía sea un actor fundamental de este proyecto que supone cambiar la ciudad para conseguir que perdure, y la juventud tiene que estar presente y activa. Participar en los espacios públicos y políticos es una tarea fundamental que la juventud debe llevar a cabo. La organización de las y los jóvenes cordobeses para reinventar el futuro que, literalmente, nos venden, será una de las acciones que determinen qué ciudad construimos para nosotras y nosotros hoy, y para las siguientes generaciones mañana. Es necesario que la juventud esté presente en los consejos de distrito, en las asociaciones vecinales, que se reactive el Consejo Local de la Juventud, que se creen más espacios de participación y asociación juvenil, porque solo así, a través de las vías políticas y de la organización ciudadana, la voz de la juventud podrá llegar a las instituciones. 

Garantizar vidas dignas, a través de un cambio sistemático de la ciudad, es la clave para que Córdoba deje de ser la Córdoba lejana y sola de Lorca, y pueda convertirse en “esta Córdoba de los mayos felices” con la que soñaba Pablo García Baena. Esa Córdoba que ilusionaba al poeta, una ciudad feliz, que solo puede alcanzarse con un proyecto de ciudad donde la juventud sea un aspecto transversal, presente en todas las políticas de la agenda institucional y en la política en sí. En definitiva, y otra vez, para conseguir una Córdoba feliz no solo en mayo, sino todos los meses del año, se requiere de voluntad política.

 

Raquel Arrantz.